viernes, 5 de diciembre de 2008

La felicidad es contagiosa

Rodearse de amigos felices aumenta un 9% las probabilidades de sentirse satisfechos

En la película 'Pleasantville', también se contagiaba la felicidad (Foto: AP Ralph Nelson)
Actualizado viernes 05/12/2008 01:52 (CET)

MARÍA VALERIO
MADRID.- ¿Quién no se ha sentido alguna vez contagiado por la felicidad de un amigo, un padre, un hermano? ¿Quién no se alegra por el júbilo ajeno? ¿Y no parece acaso que las penas vienen todas juntas entre conocidos y allegados? Un estudio que combina la epidemiología y la sociología sugiere que la felicidad es contagiosa, y que las personas con amigos dichosos son más proclives a sentir la felicidad en sus propias carnes.
Para darle base científica a una idea que muchos ya mascaban, investigadores de las universidades de California y San Diego (ambas en EEUU), han utilizado los datos de una de las investigaciones más famosas de la historia de la medicina, el estudio Framingham. Desde 1948, 5.209 ciudadanos de la localidad estadounidense del mismo nombre (y ahora, además, sus hijos y nietos) se someten periódicamente a estudios y análisis para conocer su estado de salud.
Sus conclusiones se han publicado en la revista 'British Medical Journal' (BMJ) y pueden tener implicaciones sanitarias: "Lo más importante es el reconocimiento de que las personas son seres sociales y el bienestar y la salud de un individuo afecta a la de quienes le rodean".
Los autores seleccionaron a 5.124 individuos (a los que se denominó 'egos') y a varios de sus conocidos ('alter'): padres, hermanos, pareja, hijos, vecinos, compañeros de trabajo, amigos (y también amigos de amigos). En total, más de 12.000 individuos que estaban conectados entre sí de alguna manera en la localidad de Framingham entre los años 1971 y 2003, y que constituían entre ellos alrededor de 53.200 vínculos sociales.
Amistades positivas
Para definir la 'felicidad', James Fowler y Nicholas Christakis utilizaron una escala de valores, en la que los participantes tenían que responder a varias cuestiones sobre sus sentimientos en las últimas semanas: "Me siento esperanzado con el futuro", "me siento feliz", "disfruto de la vida", "siento que soy tan bueno como otras personas"... Como muchos de los 'alter' también estaban incluidos en el estudio Framingham no fue difícil obtener sus sensaciones y establecer cómo se distribuía este sentimiento a través de las redes sociales.
Sus análisis demostraron que las personas felices suelen estar vinculadas entre sí (lo mismo que las desdichadas). Una persona tiene un 15% más de probabilidades de sentirse ufana si está conectada con un 'alter' feliz; aunque a medida que la relación se va distanciando (amigos de amigos, vecinos, compañeros de trabajo...) estos porcentajes se van reduciendo al 9,8% o incluso al 5,6% en el caso de conocidos de 'tercera línea' (amigos de amigos de amigos, por ejemplo).
Además, se atreven a decir que hay individuos que viven en el centro mismo de la dicha, mientras que las personas que ocupan la periferia de las relaciones sociales se sienten menos satisfechas. Así, los individuos que son el centro de muchas relaciones tienen más probabilidades de seguir siendo felices en el futuro.
La investigación subraya que la felicidad de cada 'alter' influye directamente en las emociones del 'ego': tener amigos alegres incrementa un 9% las probabilidades de ser feliz en el futuro o convivir con una pareja dichosa equivale a un 8% de felicidad; y, al contrario, rodearse de pesimistas reduce un 7% las emociones positivas.
Los autores, además, sugieren que en el contagio de la felicidad las distancias cuentan. Por ejemplo, vivir a menos de 1,6 kilómetros de distancia de un hermano optimista aumenta un 14% la dosis de felicidad personal, mientras que si residen más alejados, los sentimientos fraternales no parecen tener efecto. Si quien vive a menos de 0,8 kilómetros es un amigo, su dicha incrementa un 42% las probabilidades de felicidad del 'ego'.
Este análisis de la transmisión de sentimientos señala también que las personas del mismo sexo se contagian la felicidad con más facilidad que los contrarios. Quizás por eso, sugieren, el bienestar de amigos o vecinos puede influir más que el de la pareja (en la muestra eran todas heterosexuales).
Influye en la salud
Como ellos mismos subrayan, la felicidad está relacionada con factores tan diversos como la calidad de vida, la satisfacción en el trabajo, las buenas relaciones sociales y familiares... "Y como tal, no es extraño que se vea mermada cuando alguien está enfermo o que la depresión y la ansiedad influyan negativamente en algunas patologías".
En un comentario que publica en la misma revista Andrew Steptoe, de la Fundación Británica del Corazón, reconoce que, a pesar de las pegas metodológicas que se le puedan poner, "el trabajo desata la intrigante hipótesis de que algunos condicionantes psicosociales se pueden transmitir a través de las conexiones sociales. Y esto tiene importantes implicaciones para el diseño de intervenciones eficaces".
Steptoe recuerda que hasta la fecha se ha demostrado que los individuos más felices tienen niveles más bajos de cortisol durante todo el día (relacionado con menos estrés o ansiedad), una respuesta inflamatoria atenuada y una mejor salud cardiovascular. elmundo.es

martes, 2 de diciembre de 2008

Las urgencias hospitalarias en nuestros sistema sanitario

1 de diciembre de 2008.-
Cada otoño, por estas fechas, y justo antes que empiece el invierno (y quizás la epidemia de gripe...), las Urgencias de nuestros hospitales se van saturando paulatinamente: la demora en la visita en casos no verdaderamente urgentes (o sin gravedad potencial) puede prolongarse hasta seis o más horas, los pacientes esperan en salas abarrotadas, a menos de 50 cm uno del otro, sin apenas intimidad y sin poder respetar las normas básicas de higiene respiratoria, esenciales para reducir el riesgo de transmisión de virus y bacterias por vía aérea.
Además, esperan en camillas que no son especialmente cómodas tras una o dos horas de permanecer en ellas, y asisten confundidos a un desfile de profesionales médicos que, aunque están trabajando (y duramente) no pueden atenderlos como ambos desearían, por falta de espacio y tiempo para hacerlo como debería hacerse. Finalmente, las familias esperan, a veces realmente angustiadas y preocupadas, en salas de espera también pequeñas y mal acondicionadas, y reciben, en ocasiones, menos información o con menos frecuencia de la que solicitan.
Los profesionales, médicos y enfermeras, por otra parte, tampoco están satisfechos: trabajan mucho, se ven impotentes ante esta situación, tienen que tomar decisiones rápidas y se ven abrumados por una serie de variables o factores que no controlan: falta de camas para hospitalizar pacientes, falta de camas de intensivos para los pacientes críticos, falta de tiempo para desarrollar mejor su trabajo, cansancio y miedo... Miedo a equivocarse o a no hacer las cosas bien.
La situación es de tensión constante y en ocasiones estallan los conflictos, en forma de quejas, reproches, reclamaciones, palabras algo subidas de tono, insultos e incluso agresiones.
¿Merece un ciudadano español un sistema sanitario, por lo demás muy adecuado, cuyo sistema de atención urgente en los hospitales es deficiente y tan susceptible de mejora?
¿Cuál o cuáles son las causas de este problema?
Apuntaremos algunas:
Falta de educación sanitaria en la población para acudir a los servicios de urgencias extrahospitalarios y para discriminar situaciones frecuentes no urgentes de verdaderas urgencias (una fiebre de 24 horas de evolución, una erupción cutánea o un dolor articular en una persona joven no son, casi nunca, una urgencia, por ejemplo).
Falta de capacidad de absorber y resolver con seguridad y eficacia la demanda urgente en la asistencia primaria, un mal endémico y de difícil y lenta solución en nuestro sistema, por múltiples motivos.
Falta de espacios suficientes y dignos en las Urgencias de nuestros hospitales, que permitan una atención y una espera confortables, proporcionadas y adecuadas.
Falta de sistemas ágiles de drenaje o ingreso de pacientes, incluyendo un transporte sanitario más rápido y eficaz, que permitan derivar un paciente atendido en el Hospital al nivel que le corresponda (a domicilio, a dispositivos de atención a domicilio, al propio hospital, a centros socio-sanitarios, etc.).
Falta de decisión política y de los gestores sanitarios para abordar de forma prioritaria y decidida este problema y apuntar soluciones válidas. Lamentablemente, políticos y gestores sanitarios, en una elevada proporción, exhibirán estadísticas favorables (de las que se sienten especialmente orgullosos) desmintiendo que éste sea un problema real. Cabe recordar la frase que dice que existen mentiras, grandes mentiras y estadísticas, o aquella otra que dice que si mi vecino tiene dos pollos y yo ninguno, estadísticamente cada uno tenemos un pollo.
Si han acudido a Urgencias recientemente, por ustedes mismos o por un familiar, saben de qué hablo. El resultado final de la atención sanitaria es, casi siempre, impecable. La espera y todo lo que rodea al proceso es, casi siempre, inaceptable para un país de Europa del nivel económico y sanitario de España. Algo no funciona como debería...
Antoni Trilla es jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, profesor agregado de Salud Pública en la Universidad de Barcelona e investigador asociado del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) y del Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB).
El Mundo

lunes, 1 de diciembre de 2008

Otras dolencias afectan supervivencia de pacientes con Alzheimer

Cuando se le diagnostica Alzheimer a los adultos mayores, la presencia de otras enfermedades y los orígenes étnicos de los pacientes afectan la duración de su vida, publicó la revista Neurology.
El equipo dirigido por Yaakov Stern, del Centro Médico de la Columbia University, identificó 323 casos de Alzheimer en un grupo de unos 4.300 beneficiarios de Medicare que participaban en un proyecto de investigación llamado Washington Heights Inwood Columbia Aging Project.
Más de la mitad de los participantes era hispano, un tercio era afroamericano y un 10 por ciento, blanco. El equipo los estudió durante cuatro años, en promedio, hasta un máximo de 13 años en algunos casos.
Aunque la expectativa de vida general (92 años) y la edad al momento del diagnóstico (83) no cambiaron según la etnia, la supervivencia promedio a partir del diagnóstico de Alzheimer fue de ocho años entre los hispanos, de cuatro entre los blancos y de cinco entre los afroamericanos.
Tener antecedentes de diabetes o presión alta redujo la supervivencia. Un análisis de los datos reveló que el riesgo de morir aumentó 2,6 veces en los pacientes con Alzheimer y presión alta y dos veces en los pacientes con diabetes. Ambos resultados fueron estadísticamente significativos.
La edad fue otro indicador importante de una menor supervivencia después del diagnóstico: 10 años entre los pacientes de 67 a 74 años; siete años entre los de 75 a 84 años y cuatro años entre los de 85 y 100 años. Estas diferencias fueron estadísticamente importantes.
A diferencia de la mayoría de los estudios previos, la nueva investigación no detectó asociaciones entre la duración de la vida y el género, los antecedentes de enfermedad cardíaca o cáncer, o la presencia de APOE-4, el gen que está asociado con el Alzheimer y se detecta en algunos pacientes con esa demencia.
Fuente: Medlineplus. Portal Alzheimer

Desarrollan una terapia capaz de llegar al cerebro y tratar enfermedades como el Alzheimer

La terapia, denominada PACAP27, consiste en una hormona producida de forma natural por el organismo que se comporta como un neuroprotector general
Investigadores de la Universidad de Saint Louis en Estados Unidos han desarrollado una terapia que permite que los fármacos sorteen la barrera hematoencefálica y traten las áreas dañadas por enfermedades como el Alzheimer y el ictus. Los resultados del estudio se publican en la revista Journal of Cerebral Blood Flow & Metabolism.
La investigación muestra una forma de sortear el obstáculo que supone la barrera hematoencefálica en el acceso de los fármacos a las estructuras cerebrales y tratar enfermedades del sistema nervioso central.
Los investigadores identificaron y aislaron la molécula cerebral concreta que evita que la el neuroprotector PACAP27 alcance el cerebro y diseñaron otra molécula que pudiera desactivarla.
En sus experimentos, los investigadores utilizaron modelos de experimentales de la enfermedad de Alzheimer y del ictus para evaluar que pasaría si PACAP27 pudiera llegar hasta el cerebro.
Según explica William A. Banks, director del estudio, "hicimos retroceder los síntomas de la enfermedad. Los sujetos que tenían una versión de la enfermedad de Alzheimer se volvieron más inteligentes y en el modelo de ictus redujimos la cantidad de daño causado por el bloqueo sanguíneo en el cerebro y mejoró la recuperación cerebral".
La desactivación de la molécula que mantiene a PACAP27 fuera del cerebro permitió que la hormona que se encuentra de forma natural en el organismo pudiera entrar en el cerebro, donde trató el ictus. Sin embargo, en el caso de los individuos del modelo experimental que tenían una versión de la enfermedad de Alzheimer, éstos necesitaban tanto una dosis extra de PACAP27 como de la molécula que permitía que la hormona entrara en el cerebro para conseguir mejorar su aprendizaje.
"Estos descubrimientos son importantes por tres motivos. Hemos descubierto una terapia que hace retroceder los síntomas de la enfermedad de Alzheimer y el ictus en un modelo animal. Tenemos aislada la barrera concreta que evita que el tratamiento entre en el cerebro. Y hemos descubierto una forma de sortear este obstáculo para que el tratamiento pueda llegar al cerebro y hacer su trabajo", explica Banks. El investigador concluye que el descubrimiento tendrá implicaciones en el tratamiento de muchas enfermedades del sistema nervioso central.
Fuente: El Médico Interactivo. Portal Alzheimer