domingo, 10 de julio de 2011

El 85% de los cuidadores de personas mayores dependientes sufre estrés

La neuropsicóloga Ainara Castaños apuntó en una conferencia, dentro del Programa de formación para familiares de personas mayores dependientes organizado por Igurco, que 'no podemos manejar nuestros sentimientos pero sí podemos actuar y reconducir los pensamientos que dan origen a estas emociones'

Redacción EM 05.07.2011

“Cuidar a una persona mayor, que en muchas ocasiones puede presentar signos de demencia, es una situación prototípica de estrés. Son situaciones complejas, de larga duración (incluso 20 años), y que si van acompañadas de otras patologías, presentan una sintomatología cambiante (a veces, impredecible, dependiendo también del tipo de patología física o mental). Por todo ello, los cuidadores deben realizar continuos esfuerzos para adaptarse a los cambios. Es una tarea de intensidad muy elevada, que en muchos casos, genera un estrés tal en el cuidador que le lleva inexorablemente a padecer el síndrome de estar quemado. De hecho, se estima que el 85% de los cuidadores informales de personas mayores tiene estrés”.
En relación a esta situación, la neuropsicóloga del grupo sociosanitario Igurco, Ainara Castaños, expuso, en la conferencia ‘Técnicas de afrontamiento del estrés y técnicas de negociación’, la tipología de sentimientos y emociones similares que experimentan los cuidadores informales durante su atención a un mayor dependiente, y que, de manera habitual, se van intercalando en una serie de fases. Asimismo, la experta explicó a los presentes el manejo de dichas emociones. El encuentro se enmarcó dentro de la tercera edición del Programa de formación para familiares de personas mayores dependientes, puesto en marcha por el grupo sociosanitario Igurco y patrocinado por IMQ Ayuda.

Fases
Tal y como indicó la neuropsicóloga, “una vez que el proceso de cuidados se establece y el estrés hace mella, dando origen al síndrome del cuidador, la primera fase que aparece es la de negación de la enfermedad: en ella, el cuidador quiere creer que el mayor dependiente está simplemente distraído, que es algo temporal, que puede ser porque está deprimido, etc., aunque en realidad, es un mecanismo de autodefensa. Además, en esta fase la familia está inquieta e intranquila”.
La segunda fase aparece “cuando se dan los sentimientos más difíciles y se empieza a ser consciente de que la enfermedad no sólo va a cambiar la vida de nuestro familiar, sino que también va a alterar profundamente la vida de las personas que le rodean. Así, se registran sentimientos de injusticia por la situación que les ha tocado vivir, malestar, enfados sin razón aparente, sentimientos de culpa, de ambivalencia (amor-odio) hacia nuestro familiar enfermo, nos sentimos malas personas… Estos sentimientos son muy destructivos para la persona si no se expresan”.
Ainara Castaños añadió que, en las siguientes fases, “estos sentimientos pueden seguir, pero lo más común es tristeza, vivir un proceso duelo en vida, echar de menos a la persona que está enferma, etc.”.

Cómo manejar las emociones
“No podemos manejar nuestros sentimientos pero sí podemos actuar y reconducir los pensamientos que dan origen a estas emociones”, apuntó la neuropsicóloga de Igurco, que abundó en este aspecto, indicando que “es necesario aceptar las emociones que se experimentan; es necesario que comprendan que estas emociones que sienten son completamente normales”.
“También debemos analizar qué pensamientos hay detrás de estas emociones. La gran mayoría de las veces son los pensamientos que tienen los cuidadores los responsables de los sentimientos negativos que experimentan. A veces nuestros pensamientos son erróneos, rígidos, exigentes, muy críticos con los demás y con nosotros mismos”. Es lo que se conoce como pensamientos disfuncionales.
Algunos ejemplos de estos pensamientos disfuncionales que expuso la experta son: “la creencia de que nadie más sabe cuidar al mayor dependiente, por lo que no es posible delegar; esta situación da como resultado que el cuidador está, de hecho, atrapado, y es incapaz de descansar”. Otro ejemplo, para Ainara Castaños, es aquel que considera egoísta que un cuidador dedique tiempo para sí mismo teniendo un familiar enfermo: “esto es algo absolutamente necesario, ya que, de otro modo, el cuidador dejaría de lado todo el resto de parcelas de su vida”.
La neuropsicóloga de Igurco incidió en que es necesario que los cuidadores “reflexionen sobre estos pensamientos que les hacen tanto daño, haciéndolos más flexibles, menor rígidos y exigentes”.

Pedir ayuda
Una vez que el cuidador o alguien de su familia son conscientes de la existencia de un estrés patológico o del síndrome del cuidador, es necesario “poner en conocimiento del médico de atención primaria o de un psicólogo especializado en cuidadores la existencia del problema, para que sea afrontado de una manera profesional”.
En ocasiones, “el cuidador también puede acudir a asociaciones, grupos de autoayuda, etc., en los que puede encontrar un espacio para expresarse, desahogarse y sentirse comprendido y escuchado”. En este sentido, también llamó la atención acerca de que las mujeres “son el colectivo más vulnerable entre los cuidadores, ya que entre un 70 y 80% de los cuidadores informales son mujeres”.
La neuropsicóloga del grupo sociosanitario Igurco incidió en la importancia de tener en cuenta que el síndrome del cuidador es un cuadro plurisintomático que afecta y repercute en todas las esferas de la persona, por lo que la persona afectada no sólo precisa ayuda médica, sino también apoyo social y familiar.

No hay comentarios: