sábado, 13 de diciembre de 2008

Un simple análisis de sangre para detectar el Alzheimer años antes

NEUROLOGÍA
ISABEL PERANCHO
La posibilidad de detectar la enfermedad de Alzheimer antes de que las lagunas de memoria y otros síntomas den la cara está cada día más cerca. Y también que el método para hacerlo sea simple, inocuo y barato. Un grupo de investigadores estadounidenses ha confirmado la utilidad de un análisis sanguíneo que busca en el plasma la presencia de 18 proteínas que muestran concentraciones anómalas en las personas que sufren la dolencia. Su nivel de acierto, a la hora de discriminar entre enfermos y sanos, es del 90%.
La prueba no sirve para predecir el riesgo de enfermar de una persona sana, pero sí es capaz de pronosticar si un sujeto con deterioro cognitivo leve va a acabar desarrollando el mal, incluso años antes de que sus síntomas característicos sean evidentes.
Aún no está disponible para su uso en pacientes, pero si estos datos se confirman en nuevos estudios, un simple pinchazo bastaría para corroborar qué personas tienen mayor riesgo de evolucionar hacia una demencia, una tarea que ahora resulta complicada.
Para predecir si alguien con signos mínimos de deterioro cognitivo corre peligro de desarrollar Alzheimer actualmente se puede recurrir a un análisis del líquido cefalorraquídeo en busca de las proteínas beta amiloide y tau, las responsables de las lesiones típicas que deja la dolencia en el cerebro, o medir su presencia en este órgano mediante un escáner PET y un trazador radiactivo (el PIB), que las ilumina y las hace visibles.
Alternativas
El uso de estas pruebas es, sin embargo, limitado. La primera es invasiva, aunque en España se emplea en proyectos de investigación, y la segunda cara. En nuestro país, por ejemplo, donde acaba de autorizarse el empleo del PIB, el coste de este examen se calcula en unos 2.000 euros por paciente. Este es el motivo de que se descarte emplear estos test diagnósticos de forma rutinaria en las personas mayores con riesgo de presentar la patología.
Esta situación hacía conveniente la búsqueda de biomarcadores moleculares característicos de la enfermedad detectables en la sangre, pero esta tarea chocó durante años con la idea de que, a diferencia de otros órganos, el cerebro estaba aislado del plasma por la barrera hematoencefálica, una frontera entre los vasos sanguíneos y el encéfalo, que impide que muchas sustancias tóxicas la atraviesen, permitiendo el paso de nutrientes y oxígeno.
Como se detalla esta semana en un artículo de revisión publicado en la edición on line de Archives of Neurology, en los últimos años se ha comprobado que el cerebro mantiene estrechas relaciones con el sistema inmunológico y que las lesiones típicas del Alzheimer se acompañan de una activación de la inmunidad local. Con estas premisas, un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford, en California (Estados Unidos), se propuso confirmar la posibilidad de que las alteraciones típicas del proceso neurodegenerativo dejaran una huella en la sangre, en forma de alteraciones en la concentración de ciertas proteínas del sistema inmune (citoquinas, quimioquinas y factores de crecimiento).
Estas moleculas son proteínas de señalización y forman parte del sistema de comunicación celular o comunicoma. Con el fin de identificar cuáles estaban alteradas en el caso específico de los pacientes con Alzheimer, los autores analizaron la expresión de 120 de estos compuestos en el plasma de 40 personas con deterioro cognitivo leve, otros 40 con Alzheimer de leve a moderado y otros tantos sanos. Tras comparar los resultados, identificaron 18 proteínas cuya presencia en la sangre estaba característicamente alterada en los afectados por la dolencia neurodegenerativa. Sus resultados se publicaron en 2007 en Nature Medicine.
Para confirmar su hallazgo, se indagó la presencia de este conjunto en otros grupos similares de enfermos de demencia y personas sanas. La prueba identificó con un 90% de acierto a los afectados de Alzheimer. Aplicada en personas con deterioro cognitivo leve acertó al predecir quiénes iban a desarrollar años después la dolencia.
Los autores apuntan la futura utilidad del test sanguíneo como indicador precoz de quién puede beneficiarse de otras pruebas diagnósticas más complejas y a la hora de identificar nuevas dianas para desarrollar terapias farmacológicas.

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